miércoles, 14 de marzo de 2012

Aviso de ocasión

Solicito hacedor de té, que me haga suya.

sábado, 3 de marzo de 2012

Sentencia de muerte

Cuando la tristeza ya no te cabe y se te derrama a gotas, que salen por los ojos y terminan sabe dónde.  Sabemos bien por dónde empiezan, te recorren las mejillas -en mi caso, en el tuyo los cachetes-, el cuello, el pecho... y de ahí a parar Dios sabrá.
¿Pero cuando es tanta tanta que ya no te cabe ni tampoco te sale por los ojos,  ni por ningún lugar? Cuando la tristeza eres tú ¿qué remedio? Cuando no le ajustan tus ojos para salir, cuando mis ojos son grandes... será entonces que se enamoró de ellos, casi tanto como lo hiciste tú y mejor se guardó detrás para no dejarlos nunca jamás.
Jamás nunca.
Amor abnegado y estúpido, ni siquiera los tiene de frente para verlos, mejor que se vaya a habitar otro cuerpo, en el que los pueda mirar, en el que pueda caminar a su lado. O mejor, mejor que se largue a la chingada con tanto personaje solemne que ha de habitar allá.
¿Pero qué se gana al vivir en mí, estúpida tristeza? Estúpida y mil veces estúpida.
Ella no te toma a la fuerza, es tan sensual que te seduce, te derrite y después, si tienes suerte: ¡a llorar!. Si no la tienes, maldito tú conmigo que la llevamos a cuestas, paseando de a gratis; comiendo de ti, de mí y de quien se deje. Vividora.
¿Será incapaz de verlos y por eso se oculta? Incapaz como tú, valiente porque se quedó, cobarde. Enamorada ella de unas pestañas sin rimel y de una risa que ya se fue, por su culpa y contigo.

¿Pero qué culpa tengo yo de sus amores y de los tuyos que me hacen cargar con ella a donde voy?
Ah, ya recuerdo, que sí, que aquí la estúpida soy yo.